En todo síndrome de insuficiencia venosa, hay que tener en cuenta la posibilidad de una compresión manualmente diagnosticable y reducible. Y sí hay que tener en cuenta ciertos puntos o zonas de compresión del miembro inferior como son: el ligamento inguinal, el hiato del canal de los aductores y el túnel tarsiano. Y sobre todo no hay que olvidar la posibilidad de una compresión vascular a nivel abdominal como la pinza aortomesentérica o la bifurcación ilíaca[1].
En la práctica, el método específico del EMO[2] permite :
- la técnica de las depresiones cutáneas para la localización precisa de posibles puntos de compresión,
- el test de tensión tisular para diagnosticar una posible fijación vascular,
- el test de balanza inhibidora para saber en qué orden[3] hay que corregir las diferentes lesiones osteopáticas presentes,
- el recoil para liberar el punto de compresión en cuestión y restablecer un flujo sanguíneo normal.
Los resultados obtenidos por el tratamiento específico de la arteria mesentérica superior y de la bifurcación ilíaca sobre la circulación venosa confirman en estos casos el dicho de Still: ¡la regla de la arteria es suprema!
[1] Y también en un nivel más alto como el diafragma torácico y el corazón derecho.
[2] https://lmosteo.com/diagnostic-et-traitement-de-la-lesion-osteopathique-selon-lapproche-du-lmo
[3] Contrariamente a las ideas preconcebidas, no se debe adoptar sistemáticamente un protocolo de tratamiento que vaya de la fuente (las venas distales) a la corriente (el corazón). Esta visión terapéutica responde más a un modelo teórico que a las exigencias reales del cuerpo. Solo el test de balanza inhibidora nos permite saber a qué nivel comenzar el tratamiento y cómo continuar. ¡Sólo los tejidos lo saben!