En el centro de la pirámide petrosa, incrustada en el hueso temporal, el oído interno es el órgano neurosensorial de la audición y del equilibrio. Consiste en un laberinto coclear anterior (la cóclea) y un laberinto posterior vestibular (los canales semicirculares y los órganos otolíticos).
Este laberinto óseo, compuesto de hueso endocondral, tiene la particularidad de no formar callo óseo en caso de fractura. El vestíbulo que alberga la utrícula en el plano horizontal y el sacículo en el plano vertical, se sitúa entre los 3 canales semicirculares y la cóclea.
El sistema vestibular informa permanentemente al cerebro sobre la posición y los movimientos de la cabeza. Permite adaptar la postura (estabilizando la cabeza y el cuerpo) y ajustar la posición de los ojos (estabilizando las imágenes sobre la retina). Es el órgano primitivo y no consciente de la postura (aparecido 600 millones de años antes de Homo sapiens) que sirve a los seres vivos para construir su esquema corporal según los parámetros de una verticalidad subjetiva.
En el hombre, el mantenimiento activo y permanente de la postura erigida es la base de la construcción de la noción de verticalidad. La postura proporciona un soporte mecánico estabilizado que sirve como referencia para la percepción del medio ambiente y para la organización de la acción. Permite a la vez orientar el cuerpo en este entorno y construir representaciones internas del esquema corporal. Estas representaciones se elaboran y actualizan continuamente gracias a numerosas atenciones sensoriales: visuales, vestibulares, propioceptivas, kinestésicas y auditivas[1] La imagen inconsciente del cuerpo se apoya así fuertemente en esta referencia vestibular[2
El equilibrio de pie es el resultado de una estrategia que implica varios sistemas neurosensoriales simultáneamente:
- el sistema vestibular, constituido por las diferentes estructuras del oído interno,
- el sistema visual,
- el sistema somestésico que consiste en el conjunto de los sensores propioceptivos (musculoesqueléticos-articulares) y exteroceptivos (cutáneos) distribuidos en el cuerpo.
El control del equilibrio está asegurado por el sistema nervioso central sobre la base de la información procedente de estas 3 entradas neurosensoriales[3]
Las respuestas compensatorias más frecuentes son:
- posturales,
- oculomotoras,
- viscerales.[4]
En nuestra práctica osteopática, hemos observado con frecuencia que una lesión intraósea del hueso temporal puede provocar una ligera disfunción vestibular que puede afectar a la postura del paciente.
Varios estudios, entre ellos uno que hemos llevado a cabo objetivamente, hemos observado que el ajuste osteopático del hueso temporal (hueso timpánico, mastoides, ATM) junto con el de la unión craneocervical modifica favorablemente el equilibrio postural.
En la clínica, estas lesiones osteopáticas también se revelan a menudo como causa en el mareo, mareos, tinnitus, ciertas perturbaciones del desarrollo psicomotor del niño (dispraxis, inestabilidad al caminar) o el equilibrio del sistema nervioso autónomo (nistagmo, náuseas, vómitos).
[1] Postura y equilibrio humano, Brice Isableu, Nicolas Vuillerme, De Boeck Supérieur, 2016
[2] La relegación del vestíbulo, Benoit Virole, www.com.benoit virole, 2004
[3] Sistema vestibular y control postural, Philippe Perrin, Dominique Vibert, De Boeck Supérieur, 2016
[4] Anatomia de la postura y del movimiento, Jean-Louis Jully, De Boeck Supérieur, 2017