1. Vascularización de tejidos/órganos y facilitación del drenaje venoso
La arteria aporta los nutrientes a las células y a los órganos, mientras que la vena recupera y transporta los catabolitos. A menudo, la arteria se acompaña de una o dos venas y de uno o más nervios (el paquete vasculonervioso). Las arterias y venas son mantenidas por bandas conjuntivas, de modo que el latido de la arteria también juega un papel importante (presión arterial residual) en el retorno venoso (ayudado por el empuje de las contracciones musculares y la succión torácica).
Si para el osteópata es importante drenar un tejido que presente signos de congestión por las vías linfovenosas, es igualmente importante velar por una buena vascularización, «reanimar» este tejido, ya sea muscular, neurológico o visceral para que recupere toda su vitalidad. A este respecto, el factor nutricional es el interés principal del tratamiento del tejido arterial.
Además, liberar una fijación arterial siempre actúa favorablemente sobre la vena(s) satélite(s) de la arteria, especialmente cuando la vena está directamente comprimida por la arteria[1].
2. Regulación neurovegetativa
No se puede disociar el sistema vascular del sistema nervioso autónomo debido a su íntima relación con las fibras ortosimpáticas que acompañan a las arterias y a la presencia de los plexos viscerales situados en la pared de la aorta abdominal.
Esto significa que cada vez que trabajamos en una arteria, nos ocupamos directamente del sistema nervioso autónomo[2].
Cuando vamos a liberar por la técnica del recoil un segmento de arteria que presenta una fijación, habrá un doble efecto:
- acción estructural sobre la pared de la arteria
- acción neural sobre las fibras ortosimpáticas que acompañan la arteria y/o el plexo nervioso de esta zona.
3. Biomecánica articular
La arteria puede ser responsable de limitar el movimiento de una articulación (además de los elementos ligamentosos, fasciales y musculares)[3]. Los grandes vasos arteriales siempre pasan del «lado de flexión» de la articulación, lo que significa que una fijación vascular puede representar un freno a la recuperación fisiológica de esta articulación particular. Así, una fijación de la arteria poplítea limitará la extensión de la rodilla, una fijación de la arteria vertebral la inclinación contralateral del cuello, etc. En caso de restricción, el ajuste específico de la arteria por recoil permite mejorar inmediatamente la amplitud y la calidad del movimiento articular.
4. Biomecánica visceral
Las grandes ramas arteriales representan en osteopatía el eje de movilidad y apoyo de un órgano (corazón, pulmones, riñones, etc.) y cualquier lesión osteopática a este nivel puede repercutir en la movilidad visceral. Además, algunas fijaciones de la arteria pueden tener un efecto compresivo sobre una víscera, como por ejemplo la arteria mesentérica superior que puede comprimir el duodeno (pinza aortomesentérica).
[1]Con ejemplos de la compresión de la vena renal izquierda por la arteria mesentérica superior (síndrome del cascanueces) o la compresión de la vena ilíaca izquierda por la arteria ilíaca derecha (síndrome de May-Thurner), dos entidades clínicas que son, poco conocidas, mucho más frecuentes de lo que se piensa. Estos dos síndromes que son fácilmente solucionables por la osteopatía serán objeto de un próximo artículo.
[2] Esto también explica en gran parte la eficacia de nuestro enfoque vascular.
[3] Esta limitación se debe más a un reflejo de protección que a un freno anatómico. Dado que la arteria es una estructura vital que no debe estirarse demasiado, la articulación naturalmente limita su movimiento para protegerla.