Pierre Thibault de Beauregard
Por mi parte, en cuanto al Recoil, cuando estoy en la lesión primaria trato de enfocar mi atención en el punto con la idea de que el tiempo se ralentice poco a poco y que en un momento dado, el tiempo se detiene y eso constituye para mí un punto de equilibrio entre la lesión, el paciente y yo en el espacio-tiempo.
Cuando realizo mi Recoil, tengo la idea de desencadenar una onda de choque sobre la lesión para que se propague por todo el cuerpo de mi paciente.
Si hago un Recoil combinado materializo el vínculo entre las dos estructuras a liberar y me enfoco en él (por ejemplo: para una lesión en C7 y una lesión en el pericardio, visualizo el ligamento vertebropericárdico).
Para las lesiones secundarias mantengo un aspecto más estructural con la idea de liberar la estructura y su entorno.
Claudio Petrucci
Conocí la técnica del Recoil cuando todavía estaba estudiando osteopatía, dándole poca importancia. En los primeros años después de acabar los estudios, trabajé con técnicas directas como el thrust. En 2005 comencé a entrenar el EMO con Paul Chauffour y, al darme cuenta del potencial y la eficacia del Recoil, solo utilicé éste como técnica de corrección. Durante todos estos años, mi gesto para realizar el Recoil ha evolucionado considerablemente, volviéndose más preciso y más delicado, ya que todas las técnicas utilizadas en osteopatía requieren experiencia práctica. Actualmente, después de determinar la lesión primaria, en el primer recoil que utilizo, me concentro en un punto específico de la barrera de lesión que se encuentra por la suma de los diferentes parámetros de la lesión.
Este punto particular se convierte en una puerta de entrada a la totalidad del paciente y cuando siento esta sensación de "totalidad y plenitud", lanzo mi Recoil.
En los siguientes pasos, la atención se dirige a la barrera de la lesión, un punto de equilibrio entre la tensión y la respuesta de ésta.
Sophie Nikitine
Este mismo gesto que se repite desde hace varios años es el que más ha evolucionado durante mi práctica. Gesto «único» y tan singular, personalizado, adaptable, modulable a cada corrección. Siempre me sorprende la multitud de variaciones que se pueden realizar a partir de una herramienta única: «el Recoil».
Estas diferentes variaciones se producen para mí tanto en mi tensión del gesto como en el impulso mismo.
Muy a menudo, comienzo con una toma de contacto tisular con una fase funcional, y luego este retorno, a una fase estructural que termina con este «impulso» que a menudo se traduce en la imagen de la piedra que cae en el agua dando lugar a una onda de propagación.
Tengo la sensación de que muchas cosas suceden en las fases preliminares del Recoil y que el gesto final viene simplemente a fijar la información en el tejido.
Olivier Dusser
Al verlo ejecutado por un osteópata del EMO, el Recoil parece ser de una simplicidad infantil. Al practicarlo desde hace años, no deja de ser misterioso en su comprensión, extraordinario en su eficacia, y no siempre tan simple como parece para finalmente realizarlo bien.
Una vez encontrada la lesión primaria o dominante, me esfuerzo por hacer la tensión lo más efectiva, la más justa, donde mi pulgar percibe el tejido testado como el más tenso (o incluso contraido). No siempre es necesario presionar para poner en tensión , aunque a veces sí es necesario hacerlo. Esto depende del tono de los tejidos de la persona, y varía dependiendo de los pacientes y las lesiones que presenta.
Creo que todo depende de eso. Si mi tensión se realiza correctamente, siento bajo mi pulgar (y también en mí), como una «verdad», entre esta lesión viva, y el paciente; así como una armonía entre él y yo. Como si estuviera en un punto de equilibrio o en el «centro» del paciente.
La retirada de las manos puede parecer secundaria, y creo que a veces lo es, y mucho se juega en esta puesta en tensión y en este reconocimiento de la lesión a través de mi dedo en este punto en particular (principalmente para las lesiones primarias y dominantes). El impulso, seguido por la retirada de las manos, es sólo la prolongación de la tensión, y se extenderá de la lesión, así reducida, a todo el cuerpo. Y actuará como una ola reparadora en la mayoría de las otras lesiones (así lo veo yo). El impulso potencia la eficacia de una buena puesta en tensión.
El Recoil sigue siendo para mí una herramienta fantástica, que evoluciona continuamente en mi práctica diaria en función de mi experiencia y de mi estado emocional en el que estoy en ese momento. Sigue siendo tan tolerante para mí, pues aunque pueda ser eficaz, incluso a veces tengo la sensación de no haberlo ejecutado perfectamente...
Nicolas Caen
La técnica del Recoil me fue presentada en los últimos cursos de la formación inicial en osteopatía. Comprendí y acepté, desde el principio, la descripción de un thrust reducido al máximo en sus parámetros de amplitud y fuerza con una pequeña palanca. Incluso me alegró la perspectiva de no tener que utilizar una ensalada compuesta de diversas técnicas (manipulaciones estructurales, tratamiento general osteopático, técnicas funcionales o miotensivas, etc.) para abordar el conjunto del cuerpo.
A medida que obtenía el diploma en Osteopatía, los seminarios se combinaban con los cursos que cubrían los diferentes segmentos corporales, entonces el interés se hizo evidente en mí sobre todo en las zonas anatómicas que no estaban investigadas o que no se estaban investigando y aquellas en las que la eficacia se hacía esperar.
Fascinado por la técnica de los thrusts articulares, decidí hacerlos evolucionar, poco a poco, en beneficio del Recoil. Probando la técnica y su eficacia, el cambio se ha producido, paso a paso, favoreciendo a éste en la seguridad cuya comodidad todavía aprecio a diario. La profundización de lo que hoy se conoce como el tratamiento combinado acabó por suplantar al éxito de las «llaves de karate».
De todos modos, conservando regularmente un pequeño thrust al final de la consulta, para tranquilizar a los pacientes acostumbrados a él o incluso tranquilizarme a mí en caso de insatisfacción, decidí un día no utilizar otra técnica que el Recoil. Intentando, sabiamente, ser exclusivo para afinar el Recoil sin dispersarme y sin asegurarme buscando en otras técnicas.
Aunque es posible que los más escépticos de los pacientes no hayan regresado, los testimonios favorables, así como la respuesta positiva de los pacientes mas incrédulos no se hicieron esperar. Además, se aprecia la seguridad de ser tratado con una técnica tan habitual en nuestra consulta.
Por lo general, no dudo en tener un suficiente apoyo durante las puestas en tensión. La sensibilidad nociceptiva de los pacientes puede causar algunas muecas, pero la mayoría de las veces se tiene en cuenta la sensación de localización exacta del problema. La identificación de problemas olvidados es de la misma índole. Además, no tengo miedo en considerar el aspecto modelador de ciertas maniobras, tanto propioceptivo como energético.
Si he podido probar varios parámetros para reforzar la barrera tisular (verbalización, mentalización, apnea, ventilación, MRP), son los Recoils con un posicionamiento previo del segmento a tratar los que utilizo regularmente.
Para una descripción subjetiva, en la puesta en tensión, mi sinestesia visual es un matiz de luminosidad, sin color. Los contornos de las estructuras están más o menos dibujados. Un oscurecimiento y un cierto silencio, en sentido literal y figurado, aumentan con el enfoque de la lesión.
En los últimos años, me he esforzado por respetar un tiempo de latencia después de cada Recoil, antes de volver a contactar la estructura. El aumento de la eficiencia es innegable, lo que elimina las tediosas repeticiones de la técnica. Del mismo modo, dado que los tejidos bajo mis dedos no indican lo contrario, pude hacer hincapié en la retirada de las manos en el sentido de la corrección. Además de la calidad técnica y estética del gesto, se optimiza la energía del terapeuta para todo el día, haciéndose eco de uno de los puntos fuertes del Recoil.
Eric Prat
El Recoil se convirtió rápidamente en la única técnica de corrección que utilizo en mi práctica diaria. Con más de 35 años de experiencia, sigo pensando que es la mejor y más eficaz de las técnicas osteopáticas que tenemos (lo que no minusvalora, por supuesto, otros métodos y enfoques).
La puesta en tensión requiere mucha atención para localizar el punto exacto de la lesión. Al comienzo de la puesta en tensión, siento una zona de resistencia (la barrera tisular) que, a medida que la investigo, se convierte gradualmente en un punto preciso.
Para concentrar mi energía en este punto, procedo en línea recta, cambiando de dirección cada vez que se presenta una resistencia con la idea de encontrar un paso hacia una nueva barrera que será aún más evidente. A menudo se necesitan varios cambios de dirección para progresar y llegar al corazón de la lesión. Es importante visualizar bien la dirección del trazo que va desde el dedo a la lesión. Cuanto más clara sea la línea, más fuerza tendrá el Recoil. Como en el dibujo artístico, el trazado de una línea es más incisivo con varios trazos rectos sucesivos que una sola línea curva. La alineación de varios trazos cortos y rotos permite ajustar continuamente la tensión en función de la respuesta de los tejidos. Se puede así «jugar con la lesión» variando la dirección y la presión de los trazos hasta encontrar el punto crítico de la lesión osteopática.